Convergencia en la industria con visión 360° para un futuro posible.
Por María Eva González
Vivimos en una época marcada por la convergencia de fenómenos globales que, aunque parecen lejanos, golpean de lleno en nuestras industrias. El cambio climático, los conflictos bélicos, las tensiones en el comercio internacional y la urgencia por adoptar modelos de sostenibilidad y sustentabilidad forman hoy un entramado que atraviesa a cada productor argentino, sin importar el rubro.

La pregunta no es si estos factores nos afectan, sino cómo decidimos enfrentarlos.
Las sequías, inundaciones y variaciones extremas en el clima ya no son “alertas” futuras, sino realidades que complican la logística, encarecen insumos y limitan la previsibilidad de la producción. Argentina, con su fuerte base agroindustrial, es particularmente vulnerable. Las cadenas de valor se ven forzadas a innovar, a repensar tecnologías limpias y a comprometerse con la eficiencia energética, el cambio climático es un factor que no admite indiferencia.
En este contexto, la industria no puede seguir actuando como compartimentos estancos, lo que ocurre en el campo repercute en la industria alimenticia; lo que impacta en la energía afecta a la construcción, al transporte etc.
Con el mundo en guerras y las tensiones geopolíticas, el costo de la incertidumbre es grande. Las noticias internacionales son variables que definen precios, acceso a insumos y rutas de exportación, todo repercute directamente en los costos de la energía, el acero o los granos. Y esas tensiones golpean con más fuerza a países en desarrollo como el nuestro.

Hoy más que nunca, la resiliencia, no puede depender de la improvisación, se necesita anticipación, inteligencia comercial y una lectura fina de los escenarios internacionales para que las pymes y grandes empresas argentinas no queden siempre en posición reactiva.
La presión por cumplir con estándares ambientales y sociales crece en todo el mundo, lejos de ser un obstáculo, puede convertirse en una oportunidad para quienes apuesten a la innovación y al desarrollo de productos y servicios que cumplan con esos criterios, la igualdad de oportunidades juega un rol clave, no todas las empresas tienen la misma capacidad para adaptarse ni todos los trabajadores el mismo acceso a la capacitación. Una política industrial inclusiva debe acompañar esta transición con herramientas concretas: créditos verdes, incentivos fiscales y formación técnica que alcance a mujeres, jóvenes y sectores tradicionalmente relegados, la sostenibilidad y la sustentabilidad, no son una moda, sino una condición.
Para finalizar, la industria argentina necesita incorporar una mirada amplia, integral, que no se limite al corto plazo, una visión de 360 grados. La convergencia de crisis global nos obliga a pensar en cadenas de valor conectadas, en la digitalización como aliada y en la capacitación como base de la competitividad y sobre todo, nos interpela a construir con perspectiva humana: generar entornos de trabajo donde la igualdad de oportunidades sea real, donde la diversidad sea un activo y donde el futuro se construya con todas y todos, la industria que quiera perdurar no puede mirar solo la rentabilidad del próximo trimestre, necesita mirar a las personas, al planeta con una visión integral.






