Industria en retroceso: Milei, la herencia tecnocrática y los límites estructurales del modelo argentino (1976–2025)

Por Pablo Tigani

Introducción

En julio de 2025, la industria argentina registró su primera caída interanual (-3,3%) luego de siete meses consecutivos de mejora. Este retroceso no es un hecho aislado, sino el reflejo de un patrón estructural que reaparece una y otra vez en la historia económica del país: dólar artificialmente apreciado, apertura comercial sin protección productiva y tasas de interés que asfixian la inversión. Bajo la presidencia de Javier Milei, este patrón se reactualiza, conducido por un elenco de funcionarios ya conocidos -Luis Caputo, Santiago Bausili, Pablo Quirno, Federico Daza y Emmanuel Werning- que repiten la experiencia de la gestión de Mauricio Macri entre 2015 y 2018.

La hipótesis que guía este trabajo es que la política económica de Milei reedita en condiciones aún más frágiles la lógica inaugurada por Martínez de Hoz en 1976 y profundizada por Cavallo en los noventa: priorizar la valorización financiera y la disciplina fiscal sobre la producción y el desarrollo industrial. A través de un análisis cuantitativo de la evolución industrial reciente y una comparación histórica, el artículo busca demostrar que la industria argentina enfrenta un horizonte sombrío, donde las perspectivas de crecimiento sostenido se ven anuladas por decisiones macroeconómicas que favorecen al sector financiero en detrimento del productivo.

Industria en retroceso: datos de la coyuntura 2025

De acuerdo al relevamiento de FIEL, la actividad industrial cayó 3,3% en julio respecto al mismo mes del año anterior, reduciendo el crecimiento acumulado de los primeros siete meses a apenas 1,7%. Sectores clave que habían liderado la recuperación ahora muestran fuertes retrocesos: minerales no metálicos (-13,8%), automotriz (-16,7%) y químicos y plásticos (-18,5%). En conjunto, la industria se ubica 9% por debajo del nivel alcanzado en igual período de 2023

La dinámica cíclica confirma esta fragilidad: en los últimos cinco meses, la producción industrial se contrajo a un ritmo anual equivalente al -10,7%, evidenciando un agotamiento de la recuperación iniciada en abril de 2024. El mercado automotriz ilustra la paradoja: mientras la producción local cae, las ventas mayoristas se expanden (+79% interanual en siete meses), con una participación creciente de importados (63% en julio). La “recuperación” aparece así sostenida más por el consumo de bienes externos que por el dinamismo industrial interno.

El corsé macroeconómico: dólar, tasas y apertura

La política económica actual reproduce un triángulo conocido: dólar relativamente planchado, que estimula importaciones, pero erosiona márgenes de exportación; apertura comercial, que profundiza la sustitución de producción local por bienes importados; y tasas de interés en niveles incompatibles con la inversión productiva.

El impacto es claro en la construcción: los despachos de cemento retrocedieron 2,7% interanual en julio, frenando una racha de mejoras. Las ventas de insumos también se estancaron, debido al encarecimiento del crédito. A pesar de cierta mejora en costos medidos en dólares tras la corrección cambiaria, la falta de financiamiento mantiene deprimida la demanda. El fenómeno se repite en la metalmecánica y en los sectores de consumo durable, donde la caída en la producción local convive con un incremento del consumo de importados.

Continuidad histórica: de Martínez de Hoz a Milei

El presente se entiende mejor a la luz del pasado. En 1976, Martínez de Hoz inauguró un modelo basado en apertura indiscriminada, endeudamiento y valorización financiera. En los noventa, Domingo Cavallo consolidó este esquema con la convertibilidad, generando un boom de importaciones y una profunda desindustrialización. Entre 2015 y 2018, Mauricio Macri y su equipo -liderado también por Caputo- reprodujeron el mismo libreto: endeudamiento récord, fuga de capitales y destrucción de la competitividad productiva.

La administración Milei no representa una novedad, sino la continuidad de esa tradición. Con la diferencia de que hoy las condiciones sociales y productivas son más precarias: pobreza elevada, informalidad laboral y un aparato industrial debilitado por décadas de retrocesos. El presente reproduce la misma lógica en un escenario mucho más frágil.

Los actores y las instituciones: finanzas versus producción

El núcleo de poder económico se encuentra en la articulación entre tecnócratas locales y organismos internacionales. Caputo, Bausili, Quirno, Daza y Werning representan la continuidad de un “equipo de mercado” que ha hecho de la política económica un mecanismo de legitimación de los intereses financieros. El FMI, los bancos internacionales y las consultoras refuerzan este sesgo, avalando las políticas de ajuste y endeudamiento.

En este esquema, la industria nacional es tratada como una variable de ajuste. Sectores enteros, como químicos y plásticos, registran caídas acumuladas de 6,4% en lo que va de 2025, arrastrados por la competencia de importados y la falta de crédito. La lógica es clara: se protege la estabilidad financiera a costa de la producción, el empleo y el desarrollo de capacidades tecnológicas locales.

Conclusión

La contracción industrial de 2025 no es un fenómeno coyuntural, sino la consecuencia previsible de un patrón histórico que desde hace casi medio siglo erosiona la base productiva argentina. La “economía de Milei”, lejos de ser una innovación radical, reedita en condiciones más críticas las recetas de Martínez de Hoz, Cavallo y Macri-Caputo: apertura comercial, dólar artificialmente sostenido, endeudamiento y tasas de interés prohibitivas para la inversión industrial.

Los datos muestran que la industria argentina atraviesa un ciclo recesivo, donde la demanda interna se debilita, las importaciones sustituyen producción local y el crédito se encarece. La continuidad de este modelo amenaza con reproducir los desenlaces conocidos: crisis de deuda, caída de la producción y deterioro social.

En definitiva, lo que se observa en 2025 es la confirmación de un patrón: cuando las decisiones macroeconómicas privilegian la especulación financiera y la ortodoxia monetaria por sobre la producción, la industria argentina queda atrapada en un callejón sin salida. Como en 1981, 2001 o 2018, el resultado es un nuevo ciclo de retroceso y vulnerabilidad, donde el desarrollo industrial vuelve a quedar postergado.

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